(...) Dos espíritus se han apoderado de nuestras
Universidades, que han sofocado y sofocarán perpetuamente las Ciencias. El uno
es el de partido, o de Escuelas; y el otro el Escolástico. Con el primero se
han hecho unos cuerpos tiranos de otros, han avasallado a las Universidades,
reduciéndolas a una vergonzosa esclavitud, y adquiriendo cierta prepotencia que
han extinguido la libertad, y emulación. Con el segundo, se han convertido las
Universidades en establecimientos frívolos e ineptos, pues sólo se han ocupado
en cuestiones ridículas, en hipótesis quiméricas y distinciones sutiles, abandonando los
sólidos conocimientos de las Ciencias prácticas, que son las que ilustran al
hombre para sus invenciones útiles, y despreciando aquel Estudio serio de las
sublimes, que hace al hombre sincero, modesto y bueno, en vez de que los otros,
como fútiles e insustanciales, lo vuelven sólo vano y orgulloso.
Por una desgracia deplorable, ha mucho tiempo que nuestra
nación se halla dominada de uno y otro espíritu; puede decirse que el de
partido es el carácter que la distingue, pues casi no se encuentra en otra
alguna, y comprende a la nuestra en toda su extensión sin distinción de clases
ni personas. Parece que España es un
Cuerpo compuesto de muchos Cuerpos pequeños, destacados y opuestos entre sí,
que mutuamente se oprimen, desprecian y hacen una continua guerra civil. Cada
provincia forma un Cuerpo aparte, que solo se interesa en su propia
conservación aunque sea con perjuicio y depresión de las demás. Cada Comunidad
religiosa, cada colegio, cada gremio se separa del resto de la nación, para
reconcentrarse en sí mismo.
De aquí viene que toda ella está dividida en porciones y
cuerpos aislados, con fuero privativo, con régimen distinto, y hasta con traje
diferente, siendo las resultas de esta segregación, que el militar, el letrado,
el colegiado, el religioso, el clérigo,
sólo son lo que su profesión indica, pero jamás ciudadanos. De aquí nace
ese espíritu de Cofradías, con que el pueblo, desde el alto al bajo, se divide
cada uno en su clase, y quiere distinguirse hasta en el culto. Y proviene, en
fin aquel fanatismo con que tantos han aspirado a la gloria de Fundadores,
queriendo cada particular establecer una república aparte, con leyes suyas y
nuevas, vanidad que se ha introducido hasta en la religión, y en la liberalidad
de los que mueren, pues llenos de esta idea, antes han pretendido fundar un
hospital, una casa de recogimiento, u otra institución piadosa, que mejorar o
aumentar las establecidas por otros. Esta singularidad hace que la nación esté
llena de tantas pequeñas fundaciones, ya inútiles por mal dotadas, y peor administradas.
(...)
Pablo de Olavide. Plan de estudios universitarios. 1768
Selección realizada por el profesor Antonio Martín Martín
Selección realizada por el profesor Antonio Martín Martín
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